
El otro día tuvimos una cena con el grupo de la clase de Teología Básica en casa de Emily, una de las chicas del grupo. Era una actividad adicional a la de cada jueves (cuando tenemos las clases propiamente dichas). La idea era tener un tiempo y espacio más informales para poder escucharnos unos a otros la historia personal de cada uno en relación a la fe.

Cada uno de nosotros tenía entre 5 y 10 minutos para compartir su viaje espiritual personal.


Fue impresionante escuchar las historias de todos y todas. Por un lado no quería ser la primera en compartir porque estaba super nerviosa, pero a su vez mientras iba escuchando a los tres o cuatro que compartieron antes que yo, se me iban llenando los ojos de lágrimas, y no quería llorar mientras contaba mi historia. Se me hacía un nudo en la garganta por ver como Dios trabaja en forma tan personal y a través de circunstancias tan diversas (muchas de ellas críticas) para mostrar a los seres humanos que necesitamos una relación personal con El, que es mejor volver a la casa del Padre que vivir como hij@s pródig@s. Venía aguantando el llanto hasta que me tocó el turno de compartir. No podía parar de llorar mientras leía mi historia. Pero a pesar de ello fue un tiempo muy entrañable donde pudimos experimentar nuevamente que Dios es real y que sigue transformando vidas con nombre y apellido, que El está cerca de los que le buscan de corazón.
1 comentario:
que lindo Fa!!!me haces emocionar a mi!sos hermosa
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