domingo, 2 de septiembre de 2007

Dejarlo todo...

Las últimas semanas en Madrid fueron bastante caóticas, cansadas y estresantes. Teníamos que dejar el departamento (piso) que estuvimos alquilando durante casi 6 años, y eso implicaba vaciarlo e intentar ubicar nuestras pertenencias en algún lugar. ¡Es increíble la cantidad de cosas que se acumulan en 6 años!
Gracias a Dios nos prestaron una especie de trastero en un lugar de campamentos, en el que podíamos dejar todo sin coste alguno. Hicimos un viaje a finales de Julio, gracias a Eddy que nos ofreció su ayuda (y una furgoneta!) y pudimos llevar gran parte de nuestras cosas.
Para las últimas cosas Mariano alquiló una furgoneta y con la ayuda de Joni, llevaron la otra tanda. (Gracias, Joni! Te mereces el sillón azul y mucho más!)
Finalmente quedó todo guardado en Peña. Para todo lo restante tuvimos que alquilar otra furgoneta y gracias a la ayuda inestimable de Jonatán pudimos llevar todo a casa de la familia Demai, que gentilmente se ofrecieron a cuidar de nuestras cosas por el tiempo que estemos fuera. (Gracias Jonatán, Daniel y Vanina!)
Es extraña la sensación que se produce cuando uno tiene que dejar todo. Más aún cuando es la segunda vez. Podemos observar todo lo que hemos crecido y madurado entre ésta y la primera. Las cosas materiales cobran otro valor. Sabemos que no será la última vez que tengamos que dejar cosas, personas, amigos, relaciones, familia, roles, etc. y que esta sensación extraña será cada vez más familiar...
Nos llama la atención ver en la Biblia muchos ejemplos de personas a los que Dios les pide que lo dejen todo (por ejemplo Abraham, a quien Dios le dice: "Deja tu tierra y a tus parientes, y vete a la tierra que yo te mostraré"(Gn. 12:1)
¿Por qué Su plan incluye a veces (¿o siempre?) este "despojarse"? Es un misterio para nosotros, pero en ello estamos y continuamos aprendiendo a medida que caminamos.

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